Preparar el suelo

En preparación para nuestra entrevista por Skype, Daniel Zwygart me advirtió del clima o de la posibilidad de que un corte de energía eléctrica interrumpiera la conexión. Así son las cosas en la Camboya rural, en donde él y su esposa Wei Wei han servido a los equipos que abren iglesias con OMF durante muchos años. Y, justamente, el chaparrón de la época lluviosa que tamborileaba la lámina de zinc nos acompañó en la segunda mitad de la llamada.

Inicios

Me intrigó escuchar cómo es que Daniel pasó de ser un chef en hoteles de 5 estrellas en Suiza a alguien que abre iglesias en Camboya. Me contó que nunca se vio a sí mismo sirviendo a Dios en el extranjero porque consideraba que otros estaban mejor calificados para ello. ‘Sin embargo, mientras más veía que en Jesús he recibido todo lo que necesito, más obvio me resultaba que otras personas necesitan a Jesús tanto como lo necesito yo’, dijo él.

‘Inesperadamente, Dios me convenció, a lo largo de varios años, de que él sí me estaba llamando a ser un trabajador cristiano intercultural.’ Camboya también fue inesperada. En 1995, un artículo en un periódico detallaba el terrible quebrantamiento que había sufrido esa nación bajo el Jemer Rojo, captó la atención de Daniel. Esto tenía que ver con sus lecturas bíblicas en Nehemías, quien luego de escuchar un informe de Jerusalén, buscó a Dios en oración y quiso ir y reconstruir los muros de la ciudad.

Poner el fundamento

Ocho años después, Daniel aterrizó en Camboya como trabajador de largo plazo con OMF. Desde entonces ha servido en tres equipos diferentes que abren iglesias en áreas rurales. ¿Qué es lo que impulsa a Daniel y a Wei Wei en su ministerio? Daniel lo explica en palabras de Pablo, ‘El amor de Cristo nos obliga’ a ya no vivir para nosotros mismos, sino a compartir el evangelio (2 Corintios 5:14-15). En particular, Daniel dice que parece injusto que, aun en el mundo globalizado de hoy, muchas personas todavía no tengan la oportunidad de escuchar las buenas nuevas de Jesús.

Esta pasión los llevó a una nueva ubicación en 2018: la provincia de Mondulkiri, al noreste de Camboya. Este distrito remoto está rodeado de bosques y es hogar para 20,000 personas. El enfoque de los Zwygart está en la capital distrital y en las aldeas vecinas –en donde todavía no hay iglesia entre los jemer. Aunque hay unos pocos cristianos entre el grupo tribal, por diversas razones les es difícil compartir el evangelio con la mayoría de los jemeres. El progreso, sin embargo, es lento. Daniel y Wei Wei adoran juntos cada domingo, pero solo se les han unido algunas personas interesadas unas pocas veces. Antes de la aparición del COVID-19, salían por las tardes para compartir el evangelio y prestar literatura cristiana. En 2019 e inicios del 2020, también tuvieron un estudio bíblico semanal con una familia que quería averiguar más acerca de Jesús. Por ahora, ninguno de los muchos amigos de los Zwygart están listos para comprometerse con Jesús.

Seguir adelante

Daniel dice que cuando se es pionero, unos de los primeros en compartir del amor de Jesús con la gente, puede tardar mucho tiempo para llegar a ver fruto visible. Así pues, es fácil desanimarse si no estamos claros en lo que podemos hacer y lo que solo Dios puede hacer. Él explica, ‘Una vez se mezclan estas dos cosas, entramos a aguas turbulentas. Nuestra parte es compartir el evangelio y orar, buscar a Dios para dar fruto; la parte de Dios es cambiar los corazones y salvar a la gente’. Daniel añade que ellos siguen adelante por fe, ‘Yo sé que mi recompensa no está en el así llamado ministerio exitoso, sino en Dios mismo. No estoy acá para demostrarme nada a mí mismo. No. Estoy acá para dar gloria a Dios.’

Los Zwygart cobran ánimo en que un día ‘el que siembra y otro el que cosecha” y se alegrarán juntos (Juan 4:37-38). Daniel explica, ‘Como misioneros pioneros… tal vez no veamos una gran cosecha con nuestros ojos. Otros tal vez sí la verán. Sin embargo, para poder cosechar, primero hay que sembrar y en la economía de Dios, la siembra requiere de trabajo arduo. De hecho, antes de que se pueda sembrar, hay que preparar el suelo y quitar las piedras, para que la semilla lleve fruto.’ Aunque Daniel y Wei Wei deben perseverar en la preparación del suelo y en la siembra, no trabajan solos. Daniel explica que el apoyo de las iglesias que los envían y de los socios de oración dispersos en la mitad del mundo desde Suiza hasta Taiwán, son parte esencial de su ministerio y una gran fuente de ánimo: ‘Lo que nos anima como misioneros es cuando los socios de oración responden a nuestra carta de oración… Tenemos personas que responden casi cada mes. Oran por las personas por nombre… Somos un equipo y ellos no son menos importantes que nosotros acá. Y, sin duda, sus oraciones también nos sustentan para seguir adelante, por fe.’

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