“Peleé con mis padres, así que salí corriendo de la casa”, dijo Mai. Mi amiga me llamó desde un supermercado alrededor de las 10 de la noche.
Mai tiene una relación difícil con sus padres. Ella está resentida con su padre por su comportamiento abusivo desde la infancia y con su madre por no protegerla de este abuso. Esto afectó profundamente su salud emocional y autoestima, y actualmente está viendo a un psicólogo.
Los problemas de salud mental son frecuentes en la sociedad japonesa. La presión de mantener relaciones armoniosas significa que las personas a menudo sienten que no pueden expresar sus verdaderos sentimientos o enfrentar problemas. Y esto puede resultar en relaciones tensas, emociones no procesadas y problemas psicológicos.
Aunque los japoneses son conocidos por ser reservados, me sorprendió la cantidad de amigos míos que compartieron sus historias de luchas y dolores más profundos conmigo. Si bien me siento honrada de estar expuesta a sus vulnerabilidades y de tener la oportunidad de cuidar a mis amigos, me puede ser un poco pesado y me duele el corazón con ellos. Me siento tentada a ofrecer palabras rápidas de consuelo o tratar de «arreglarlos» a ellos y sus problemas. Sin embargo, he descubierto que más que nada, la gente aprecia cuando los escucho y oro con ellos. Me quedé asombrada de cómo incluso los amigos no cristianos son receptivos a la oración y son tocados o consolados por su poder.
Sentarse con otros en su dolor no es fácil. Se necesita mucho discernimiento espiritual y sensibilidad, pero también pueden ser oportunidades para acercar a nuestros amigos a Jesús, que es el Pastor y Obispo de sus almas.
Oren conmigo por los misioneros en Japón para que sepamos el momento adecuado para hablar y actuar. Ore para que el pueblo japonés se vuelva a Jesús en su sufrimiento y encuentre verdadero consuelo y esperanza.
Por una misionera OMF
