En diciembre de 2019, una fiesta navideña resultó ser una excelente manera de conocer a nuestros vecinos nuevos.
Nos habíamos mudado unos meses antes y, como es la costumbre en Japón, habíamos visitado a cada uno de los vecinos y los habíamos saludado, presentado a nuestra familia y les habíamos dado un pequeño obsequio. Todos fueron corteses, pero hasta allí llegó. Después de eso, casi nunca los veíamos, a menos que sacáramos la basura al mismo tiempo. Asistíamos a eventos del vecindario, pero casi ninguno de nuestros vecinos inmediatos participaban. ¡Algo tenía que cambiar si es que queríamos llegar a conocerlos! Planeamos una fiesta navideña para ellos—algo que habríamos hecho con mucha naturalidad en nuestro país natal, pero definitivamente algo inusual acá. En la invitación explicábamos que esta era una tradición de nuestro país y que nos gustaría muchísimo poder compartirla con todos ellos, si eran tan amables de honrarnos con su presencia.
“Gracias por la invitación, pero soy budista, por lo que pienso que no iré.” La primera respuesta no fue muy alentadora. Sin embargo, oramos y maravillosamente 11 de los 12 invitados llegaron—incluyendo a la señora cuya primera reacción fue la de no asistir por ser budista.
Al inicio de la fiesta tuvimos un tiempo para presentarnos—importante en el contexto japonés. Después, uno de nuestros vecinos que toca el piano decidió que todos debíamos de cantar villancicos navideños.
Descubrimos que unos de nuestros vecinos, que habían estado viviendo a dos casas de distancia durante 19 años, ¡no sabían el nombre uno del otro! Nos dimos cuenta de que este es un vecindario que valora altamente la privacidad y el dejar tranquilo al otro. Queríamos respetar la cultura local lo más posible, pero inmediatamente nos percatamos de que para entablar relaciones que lleven a conversaciones espirituales, sería necesario que rompiéramos unas de las reglas culturales de nuestro vecindario.
La fiesta transcurrió muy bien. Todos dijeron haberla pasado muy bien y algunos hasta expresaron interés en volver a reunirse.
Luego, en 2020, vino el coronavirus. Nuestros planes para asados en primavera y verano en el vecindario desaparecieron. Vimos a nuestros vecinos aún menos que antes. Llegó la Navidad, pero sin posibilidad de fiesta. Mi esposa decidió hacer pasteles stollen para llevar a cada uno de los vecinos con una nota diciendo que nos disculpábamos y que el pastel era en reemplazo por la fiesta navideña. También incluimos un folleto con información acerca del significado de la Navidad.
Recibimos algunas respuestas afectuosas, pero la mejor fue de una vecina que nos mandó un correo electrónico contándonos a todos sus noticias. Había tenido un año difícil y le habían diagnosticado una enfermedad degenerativa muy severa. Pero dijo, “En mi corazón quiero seguir siendo joven—ser joven es un estado mental.” Y nos envió una grabación en la que ella canta un poema acerca de este tema, realizado al estilo tradicional japonés. Fue su obsequio de agradecimiento para nosotros.
Buscamos el poema y notamos algunas conexiones con temas bíblicos. Le enviamos una respuesta apreciando su poema y haciendo las conexiones con 2 Corintios 4:13-16. La siguiente vez que mi esposa la vio, esta señora le agradeció y le hizo un comentario acerca de la cruz.
Siendo cuidadosos con su salud, y dado el más reciente Estado de Emergencia en nuestra región, no hemos podido visitar a nuestra vecina últimamente, pero ore con nosotros para que las palabras de la Biblia que ella leyó obren en su corazón. Ore que el evangelio avance de nosotros a nuestros vecinos al perseverar nosotros al contactarlos y entablar relaciones con ellos.
Por C, un misionero de OMF
¿Orará por Japón?
- Ore que el evangelio avance de nosotros a nuestros vecinos al perseverar en contactarlos y entablar relaciones con ellos.
- Ore por esta vecina, que las palabras de Dios obren en su corazón.
- Ore por creatividad para los misioneros y las iglesias en Japón, al extendernos hacia otros.