Por Yuzo Imamura
Hudson Taylor dijo una vez, “La obra de Dios, hecha a la manera de Dios, nunca carecerá de la provisión de Dios.”
Mi esposa y yo hemos servido en un área rural al noreste de Camboya y hemos comprobado que esta aseveración es verdadera. Dios está lleno de sorpresas.
Hace un poco menos de dos años, por la gracia de Dios, comenzamos una iglesia en casa. El inicio de la iglesia coincidió con el bautismo de dos de sus miembros principales –Piseth* y su esposa.
Habíamos estado orando que los vecinos de Piseth llegaran a conocer a Jesús, también. Particularmente orábamos por un hombre llamado Roat*. En aquel momento, ver que Roat llegara a la fe y se uniera a la iglesia parecía una petición muy grande. Dios tendría que moverse poderosamente.
La iglesia se reunía en casa de Piseth y él y Roat no estaban en buenos términos. Cada vez que yo llegaba a visitarlos a sus respectivos hogares, siempre tenían algo que decir uno del otro.
De todas maneras, por alguna razón, Roat permitió que sus dos hijos asistieran a la escuela dominical en casa de Piseth. Pero, ¿él ir a una iglesia? No, nunca.
Un domingo después de la iglesia en casa de Piseth, me detuve a visitar a Roat. Para mi sorpresa, me contó que quería creer en Jesús, dejar de beber y ser un mejor esposo para su esposa. Aunque hablaba arrastrando las palabras –lo que sugería que no estaba totalmente sobrio– yo aproveché la oportunidad para explicarle qué significaba creer en Jesús como su Salvador.
Primero, señalé que tendría que deshacerse de ese hilo rojo atado a su muñeca. (Es una costumbre popular para los budistas camboyanos el usar hijos rojos en sus muñecas o cintura para invocar la protección espiritual). Después de explicárselo a Roat, inmediatamente cortó el hilo rojo –esencialmente “cortando ataduras” con otros dioses. Luego, lo guie en una oración de confesión y compromiso con Cristo. Su esposa rehusó unirse a él, pero eso no disuadió a Roat.
Yo alabé a Dios por este gran paso en el viaje de Roat. Pero allí no terminaban las sorpresas. Al día siguiente, Piseth llegó a casa de Roat para compartir con él un mensaje de la Biblia. Platicaron por una hora y media. Desde entonces, Roat ha estado asistiendo a la iglesia en casa de Piseth.
Aunque yo tenía esperanzas y oraba para que Roat se encontrara con Cristo y que su relación con Piseth mejorara, ¡no me esperaba que ambas cosas ocurrieran en simultáneo!
Estos eventos me recuerdan las palabras de Hudson Taylor, “Cuando trabajamos, trabajamos. Cuando oramos, Dios trabaja.”
*Nombres ficticios
Maneras de orar:
- Ore que la familia de Piseth continúe creciendo en su fe en Cristo. Su hija mayor (6to grado) será bautizada pronto.
- Ore que Roat tenga una más fuerte y clara comprensión de su salvación.
- Ore por salvación de los chicos que asisten a la escuela dominical.