Desafíos a los que se enfrenta un Niño de Tercera Cultura al retornar

De vez en cuando, hay misioneros que retornan a casa con sus familias de forma permanente por una u otra razón. ¿Será todo miel sobre hojuelas para estos niños—a los que se conoce comúnmente como Niños de Tercera Cultura (NTC)?  Una de estas NTC es JB, quien comparte su historia al retornar ‘a casa’ en Filipinas con sus padres luego de vivir la mayor parte de su vida en Tailandia.

*Los niños de tercera cultura o NTC, son quienes han sido criados en culturas distintas a las de sus padres, o del país emisor de sus pasaportes, durante la mayor parte de su vida siendo menor de edad.

Yo soy una Niña de Tercera Cultura – una filipina que pasó la mayor parte de su vida en otro país. Nací en Filipinas, pero me mudé a Tailandia cuando tenía solamente dos años. Pasé dieciséis años allá –básicamente, toda mi vida– hasta que me gradué de la secundaria. Luego, llegué a Ateneo.

La vida en Tailandia era la única que conocía. Mis primeros amigos fueron tailandeses y el tailandés era mi idioma. Asistí a una escuela internacional que requirió que me mudara a un alojamiento estudiantil a la edad de nueve; viví allí entre quince nacionalidades. En la escuela, crecí entre personas de veintiséis países. Sin importar de dónde era su pasaporte, nos llevábamos muy bien entre todos porque compartíamos los sentimientos de ser NTC. Crecer con la comunidad internacional hizo que fuera muy difícil decirnos adiós; íbamos a despedirnos al aeropuerto cuando alguien se iba. Es muy difícil porque las personas con las que crecí ahora vivirán dispersas por el mundo. Además, no estamos seguros de cuándo nos volveremos a ver. Así es que cuando yo me fui, sentí que me habían arrancado la vida entera.

Mis primeros seis meses en Filipinas fueron los más duros. Fue muy difícil porque tuve que adaptarme de vuelta a la cultura filipina; aún hoy sigo en esa transición. Lloré y protesté mucho. Mientras esto pasaba, tuve que pensar bien en mí – quién soy. Mi pasaporte indica que soy filipina, pero no puedo identificarme como una. Tampoco puedo identificarme con tailandesa, ni tampoco como asiática, porque mucha de mi crianza ha sido estadounidense. Ello representa algunos problemas cuando se trata de comunicarme con otros acá. Al volver a Filipinas había dos historias: una dentro de Ateneo y otra fuera. Dentro de Ateneo intentaba hablar lo más posible en tagalo, ¡aunque casi nadie acá habla en verdad ese idioma! Esto me asombró y me costó un tiempo ajustarme a ello. Pero afuera, me siento más cómoda hablando en tagalo. La gente detecta el acento y se burlan; yo trato de que no me importe.

Fue difícil encontrar una comunidad filipina, especialmente dado que todos acá crecieron juntos. Yo no tenía a nadie. ¿Cómo encontrar a un buen grupo de amigos cuando ya todos acá se conocen desde la primaria? Hoy sigue siendo una lucha. No puedo decir que ya tengo un grupo de amigos con quien estar aquí, pero hay grupos con los que puedo salir, así es que estoy agradecida por eso.

Pienso que un desafío es tratar de adaptarme a la cultura acá en Filipinas. La gente como yo tiende a hacer esto muy bien, pero yo he experimentado un considerable shock cultural. Algo acá es que a los NTC se les pone bajo la lupa: “Ah… ¿creciste en Tailandia? Me gusta mucho el Pad Thai. ¿Montabas elefantes para ir a la escuela? ¿Puedes decir algo en tailandés?” Es divertido responder a estas preguntas, pero la gente tiende a tomarlo al pie de la letra.

Crecer con tantas nacionalidades alrededor mío me hizo sensible culturalmente en cuanto a mi forma de actuar. Siento una mayor necesidad de adaptarme. A pesar de ello, no quiero ceder a la presión porque quiero seguir fiel a mi identidad como una filipina criada en el extranjero—como una NTC. Si cedo, siento que estaría traicionándome a mí misma. No puedo ser solo esto cuando en realidad soy una mezcla de culturas. Es difícil para la gente aquí entender esto. Las personas en Ateneo le prestan mucha atención a los extranjeros. Hablando desde mi experiencia, siento que solo porque uno luce filipino, lo tratan como filipino. Claro, está esa parte de mí que también le gustaría ser tratada así. Aunque a la vez, personalmente, me gustaría que se me viera como no filipina; es muy complicado. La gente como yo presenta un mundo totalmente diferente, una diversidad de culturas.

Me ha costado ser escuchada porque no se me ha dado mucha oportunidad de compartir mi historia. Es difícil para las personas como yo el compartir pues podemos ser percibidas como arrogantes. Por eso es que estoy tratando de reunir a un grupo de nosotros, de modo que podamos compartir libremente sin que nos juzguen.

Aunque un desafío que he vencido es mi actitud hacia vivir aquí. Primero, me quejaba a cada oportunidad diciendo que no le veía el sentido a vivir aquí. De tener la opción y si tuviera el dinero, me habría ido a Estados Unidos. Como estudiante internacional, esa es la mentalidad luego de graduarse de la secundaria, por causa de la mentalidad colonial. Finalmente, tuve que aceptar que esta iba a ser mi vida.

Inicialmente, llegué a Ateneo porque mis padres querían que estudiara en Filipinas—en donde no había otra universidad viable. Luego le vi el propósito a estar aquí:  aceptar mi filipinidad, es decir, lo que significa ser filipino y establecer raíces pues este es técnicamente mi lugar de origen. Con la crianza occidental tiendo a ser muy directa. Además soy una persona muy intensa y a menudo me malinterpretan como enojada. Me enseñaron (y me siguen enseñando) la manera filipina de ser amable, aunque me cuesta. Con esto me di cuenta de que estamos diseñados para estar con la gente, que necesitamos una comunidad; que no podemos solo estar allí sentados, aislados. Con todas estas dificultades, estoy agradecida de tener personas que escuchan mi historia sin tratar de arreglarme – aceptan mi historia por lo que es.

Dios tiene un propósito para mí – la razón por la que estoy acá y por la que me creó de esta manera. Debería ver estas luchas con una óptica más amplia: cómo se glorificará Dios y cómo voy a ayudar a otros como resultado de las experiencias que he tenido.

Afortunadamente, he encontrado personas que están en esta misma frecuencia. Quiero sacar a estos NTC a la luz precisamente por las experiencias que yo he tenido aquí. A la larga, mi plan es trabajar internacionalmente, pues sé que puedo ayudar a otros chicos NTC como yo que también se enfrentan a los mismos desafíos. Quiero que sepan que no están solos.

[Este artículo se publicó originalmente en la página de Facebook “Humans of Ateneo”.]

¿Orará por Filipinas?

  • Por los NTC como JB, al ajustar sus vidas en su país emisor de pasaporte.
  • Por los padres de familia que apoyan a sus hijos en su proceso de ajustarse mientras que ellos mismos también atraviesan esa transición.
  • Por apoyo para ellos de parte de quienes los rodean.

Compartir este post

Participe

¿Tiene alguna pregunta? Envíenos un correo electrónico.

Para poder atenderle mejor, rellene todos los campos (obligatorios). Su consulta será enviada al equipo de OMF correspondiente.

Contact Form - ES

Al seleccionar Enviar, acepta que podemos procesar su información de conformidad con los términos en nuestro Política de Privacidad.

OMF International tiene una red de centros en todo el mundo.
Si su país/región no figura en la lista, por favor seleccione nuestro sitio web Internacional.