Hanói es una de las ciudades más vibrantes de Asia Oriental. Al salir del aeropuerto, el calor, el tráfico y la buena comida no es lo único que llama la atención; pues la necesidad espiritual es igual de evidente para aquellos que visitan esta ciudad.
¿Pero cómo responder a tal necesidad si no conoces el idioma y no te puedes comunicar con las personas? ¡Puedes orar! En realidad, puedes caminar y orar.
Durante los cinco días que estuve en la ciudad, pude realizar dos caminatas de oración junto a algunos de los obreros que sirven en el país. Caminamos por las universidades, recorrimos los parques y cruzamos las rutas principales. Mientras lo hacíamos, oramos por las familias, los estudiantes, por las etnias no alcanzadas y mucho más.
Aunque muchas veces había orado por este país en mi casa, ahora podía hacerlo, viendo con mis propios ojos la realidad. Y cada vez que vuelva a levantar un clamor, donde sea que esté, mis oraciones tendrán nombres, caras y lugares que conocí. ¿No es eso maravilloso?
Algunos podrían pensar que viajar al otro lado del mundo solo para orar es un gran esfuerzo que no vale la pena. Yo pienso que no hay esfuerzo suficiente cuando de orar por las naciones se trata.
Por una movilizadora de OMF en América Latina
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